Mecanismos Represivos: Aislamiento y Anclajes.

Fragmentos del Ensayo de Peter Wessel ZapffeEl Último Mesías” 

“El todo de la vida que hoy tenemos ante nosotros está enredado, desde lo más patente hasta lo más aparente, en mecanismos represivos sociales e individuales; éstos pueden ser rastreados hasta en las formas más nimias de la vida cotidiana. Aunque adquieren una vasta y multifacética variedad de formas, parece legítimo identificar al menos cuatro clases principales [de represión], que se dan en cualquier combinación posible: aislamiento, anclaje, distracción y sublimación.

Por aislamiento entiendo una total y arbitraria expulsión de todo pensamiento o sentimiento preocupante o destructivo. (“No se debe pensar, pues sólo confunde”.)…

…En la vida cotidiana, el aislamiento se manifiesta en un código generalizado de mutuo silencio: sobre todo en los niños, para que no se asusten demasiado a causa de la vida que apenas comienzan, conservando sus ilusiones hasta que puedan permitirse perderlas. A cambio, los niños no han de incomodar a los adultos con inoportunos comentarios sobre el sexo, el baño o la muerte. Entre los adultos contamos con las reglas del “tacto”, un mecanismo que se muestra a las claras cuando expulsan [borran, literalmente], con ayuda de la policía, a un hombre que gime en la calle.

El mecanismo de anclaje también resulta útil desde temprana edad; los padres, el hogar o la calle se convierten en asuntos habituales en el niño y le otorgan una sensación de seguridad. Tal esfera de experiencias es la primera y quizás la más feliz protección contra un cosmos al que no sondeamos nunca del todo, un hecho que, sin duda, explica el tan debatido “apego infantil”… Cuando el niño descubre más tarde que tales bases de seguridad son tan “arbitrarias” y “efímeras” como cualquier otra, sufre una crisis de confusión y ansiedad y, rápidamente, busca algún otro anclaje. “En otoño, iré al instituto”. Si esta sustitución falla, la crisis puede tomar un rumbo fatal, o bien puede darse lo que denomino espasmo de anclaje: uno se aferra a valores ya muertos, ocultando tanto como sea posible -a uno mismo y a los demás- el hecho de que se es inservible, de la propia esterilidad espiritualmente. El resultado es una constante inseguridad, un “complejo de inferioridad”, sobrecompensación o desasosiego…

El anclaje puede caracterizarse como una fijación [un aferrarse] a puntos internos, o por la construcción de muros en derredor: [en ello consiste] la más pura lucha de la conciencia. Aunque es típicamente inconsciente, también puede ser totalmente consciente (uno “escoge un propósito”). Los anclajes útiles en sociedad son vistos con simpatía; quien “se sacrifica enteramente” por su anclaje (su empresa, su causa) es idolatrado. Pues ha establecido una poderosa base contra la disolución de la vida, y otros, convencidos, se beneficiarán de su fuerza…

De esta forma, se establece una necesidad para con la vida y se expone a un mal evidente desde el propio punto de vista, pero que calma los nervios, un recipiente fortificado [una corteza o coraza] contra el temor ante la vida, cuya crudeza va siempre en aumento.

Toda cultura es un gran sistema esférico [cerrado] de anclajes, construido sobre un firmamento fundacional, sobre ideas culturales de fondo. La persona de a pie se aferra a estos firmamentos colectivos; su personalidad ya está construida [prefabricada, prehecha] para ella, la persona de carácter culmina así su construcción, apoyándose más o menos en tales firmamentos centrales y colectivos heredados (Dios, la iglesia, el Estado, la moralidad, el destino, la ley de la vida, la gente, el futuro).

 

Amamos los anclajes porque nos dan la salvación, pero a la vez los despreciamos porque cercenan nuestro sentido de la libertad…”

 

Artículo completo:

“El último Mesías” [The Last Messiah]. El desconocido pesimismo de Peter Wessel Zapffe

Hacer Comentario

Su dirección de correo electrónico no será publicada.