Un hermoso comienzo, una reflexiva prosa, un viejo escrito, una verdad que no practicamos. Así empieza: 

“Todos  los  hombres,  hermano  Galión,  quieren  vivir  felices,  pero  al  ir  a  descubrir  lo que  hace  feliz  la  vida,  van  a  tientas,  y  no  es  fácil  conseguir  la  felicidad  en  la  vida,  ya que  se  aleja  uno  tanto  más  de  ella  cuanto  más  afanosamente  se  la  busque,  si  ha  errado el  camino,  si  éste  lleva  en  sentido  contrario,  la  misma  velocidad  aumenta  la  distancia. Hay  que  determinar,  pues,  primero  lo  que  apetecemos;  luego  se  ha  de  considerar  por dónde  podemos  avanzar  hacia  ello  más  rápidamente,  y  veremos  por  el  camino, siempre  que  sea  el  bueno,  cuánto  se  adelanta  cada  día  y  cuánto  nos  acercamos  a aquéllo  que  nos  impulsa  un  deseo  natural.  Mientras  erremos  de  acá  para  allá  sin seguir  a  otro  guía  que  los  rumores  y  los  clamores  discordantes  que  nos  llaman  hacia distintos  lugares,  se  consumirá  entre  errores  nuestra  corta  vida,  aunque  trabajemos día  y  noche  para  mejorar  nuestro  espíritu.  Hay  que  decidir,  pues,  a  dónde  nos dirijamos  y  por  dónde…”

 

Una cita de una cita.

“Todo  lo  que  he hecho  hasta  ahora,  preferiría  que  no  hubiera  sido  hecho;  cuando  pienso  en  todo  lo que  he  dicho,  envidio  a  los  mudos;  cuanto  he  deseado,  lo  juzgo  maldición  de  mis enemigos;  todo  lo  que  he  temido,  ¡justos  dioses!,  cuánto  mejor  fue  que  lo  que  he deseado.  Me  he  enemistado  con  muchos  y  del  odio  he  vuelto  a  la  amistad  (si  es  que hay  alguna  amistad  entre  los  malos):  aún  no  soy  amigo  de  mí  mismo.  He  hecho  los mayores  esfuerzos  por  salir  de  la  multitud  y  hacerme  notar  por  alguna  cualidad:  ¿qué he  hecho  sino  ofrecerme  como  un  blanco  y  mostrar  a  la  malevolencia  dónde  podía morderme?.  ¿Ves  a  ésos  que  elogian  la  elocuencia,  que  escoltan  a  la  riqueza,  que adulan  al  favor,  que  ensalzan  el  poder?  Todos  son  enemigos  o,  lo  que  es  igual, pueden  serlo;  tantos  son  los  admiradores  como  los  envidiosos.  ¿Porqué  no  buscar más  bien  algo  bueno  realmente,  para  sentirlo,  no  para  mostrarlo?.  Esas  cosas  que  se contemplan,  ante  las  que  se  detienen  las  gentes,  que  uno  señala  a  otro  con  asombro, por fuera brillan, por dentro son deplorables”.

Lo que Séneca llama La Felicidad Verdadera.

“Busquemos  algo  bueno,  no  en  apariencia,  sino  sólido  y duradero,  y  más  hermoso  por sus  partes  escondidas; descubrámoslo.  No  está  lejos:  se  encontrará;  sólo  hace  falta saber  hacia  dónde  extender  la  mano;  mas  pasamos,  como  en  tinieblas,  al  lado  de  las cosas,  tropezando  con  las  mismas  que  deseamos”

“La vida feliz es, por tanto, la que está conforme con su naturaleza, lo cual no puede suceder más que sí, primero, el alma está sana y en constante posesión de su salud; en segundo lugar, si es enérgica y ardiente, magnánima y paciente, adaptable a las circunstancias, cuidadosa sin angustia de su cuerpo y de lo que le pertenece, atenta a las demás cosas que sirven para la vida, sin admirarse de ninguna; si usa de los dones de la fortuna, sin ser esclava de ellos. Comprendes, aunque no lo añadiera, que de ello nace una constante tranquilidad y libertad, una vez alejadas las cosas que nos irritan o nos aterran; pues en lugar de los placeres y de esos goces mezquinos y frágiles, dañosos aún en el mismo desorden, nos viene una gran alegría inquebrantable y constante, y al mismo tiempo la paz y la armonía del alma, y la magnanimidad con la dulzura, pues toda ferocidad procede de debilidad.”

***Se puede también definir diciendo que el hombre feliz es aquel para quien nada es bueno ni malo, sino un alma buena o mala, que practica el bien, que se contenta con la virtud, que no se deja ni elevar ni abatir por la fortuna, que no conoce bien mayor que el que puede darse a sí mismo, para quien el verdadero placer será el desprecio de los placeres. Puedes, si gustas de disgresiones, presentar la misma cosa en uno u otro aspecto, sin alterar su significación.jacques-louis-david-la-muerte-de-seneca ¿Qué nos impide, en efecto, decir que la felicidad de la vida consiste en un alma libre, levantada, intrépida y constante, inaccesible al miedo y a la codicia, para quien el único bien sea la virtud, el único mal la vileza, y lo demás un montón de cosas sin valor, que no quitan ni añaden nada a la felicidad de la vida, ya que vienen y se van sin aumentar ni disminuir el sumo bien? A este principio así fundado tiene que seguir quiera o no, una alegría constante y un gozo profundo que viene desde lo hondo, pues se alegra de lo suyo propio y no desea bienes mayores que los privados. ¿Por qué no han de compensar bien estas cosas los movimientos mezquinos, frívolos e inconstantes de nuestro cuerpo flaco?.***

El día que lo domine el placer, lo dominará también el dolor.

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“Ves, pues, qué mala y funesta servidumbre tendrá que sufrir aquél a quien poseerán alternativamente los placeres y los dolores, los dominios más caprichosos y arrebatados. Hay que encontrar, por tanto, una salida hacia la libertad. Esta libertad no la da más que la indiferencia por la fortuna; entonces nacerá ese inestimable bien, la calma del espíritu puesto en seguro y la elevación; y, desechados todos los terrores, del conocimiento de la verdad surgirá un gozo grande e inmutable, y la afabilidad y efusión del ánimo, con los cuales se deleitará, no como bienes, sino como frutos de su propio bien.”

“Puesto que he empezado a tratar la cuestión con amplitud, puede llamarse feliz al que, gracias a la razón, ni desea ni teme; pues las piedras también carecen de temor y de tristeza, e igualmente los animales, pero no por ello dice nadie que son felices los que no tienen conciencia de la felicidad. Pon en el mismo lugar a los hombres a quienes una índole obtusa y la ignorancia de sí mismos reducen al número de los animales y de las cosas inanimadas. Ninguna diferencia hay entre éstos y aquéllos, pues éstos carecen de razón y la de aquéllos está corrompida y sólo sirve para su mal y para pervertirlos; pues nadie puede llamarse feliz fuera de la verdad.”


“Es lo mismo, por tanto, vivir felizmente o según la naturaleza. Voy a explicar qué quiere decir esto: si conservamos con cuidado y sin temor nuestras dotes corporales y nuestras aptitudes naturales, como bienes fugaces y dados para un día, si no sufrimos su servidumbre y no nos dominan las cosas externas; si los placeres fortuitos del cuerpo tienen para nosotros el mismo puesto que en campaña los auxiliares y las tropas ligeras (tienen que servir, no mandar), sólo así son útiles para el alma. Que el hombre no se deje corromper ni dominar por las cosas exteriores y sólo se admire a sí mismo, que confíe en su ánimo y esté preparado a cualquier fortuna, que sea artífice de su vida.”

“Por tanto, puedes declarar resueltamente que el sumo bien es la concordia del alma; pues las virtudes deberán estar allí donde estén la armonía y la unidad; son los vicios los que discrepan.”

“¿Preguntas qué busco en la virtud?: ella misma, pues no tiene nada mejor y es premio de sí misma. ¿O es esto poca cosa?. Cuando te diga: “El sumo bien es la firmeza y previsión y agudeza y cordura y libertad y armonía y compostura de un alma inquebrantable”, ¿vas a exigir todavía algo mayor a que se refieran todas estas cosas?. ¿Para qué me hablas del placer?. Busco el bien del hombre, no el del vientre, que las bestias y las fieras tienen más grande.”

seneca-copia

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